Guerra en las Islas Malvinas
 

LA GUERRA DE MALVINAS (FALKLANDS WAR)




Hace 23 años, el 2 de abril de 1982, aproximadamente cinco mil soldados argentinos desembarcaron en las islas Malvinas (Falklands para los angloparlantes) dando inicio a un conflicto armado entre Argentina y Gran Bretaña, el cual costó la vida de poco más de mil soldados pertenecientes a ambos países.
Margaret Thatcher se ganó el título de "Dama de Hierro" a raiz de esta guerra que también fue denominada Guerra del Atlántico Sur. Del otro lado, en Argentina la junta militar perdió la poca legitimidad que le restaba y que había intentado salvar con este irresponsable arrebato. La derrota fue un hito fundamental en el traspaso de Argentina a la democracia.

La guerra de las Malvinas sorprendió en gran medidad a la comunidad mundial.En primer porque lugar opuso a dos naciones occidentales y anticomunistas. En segundo, porque entonces la principal preocupación era un posible enfrentamiento entre los dos bloques (capitalista y socialista) y las consecuencias de la crisis del Medio Oriente, y no una disputa colonialista por unas pequeñas islas en el extremo del Atlántico Sur.

El 2 de abril, una gran fuerza argentina (5 000 hombres) invadió las islas y aplastó rápidamente a la guarnición de la marina real que contaba con pocas armas, haciéndose cargo de la gobernación militar el general de brigada Mario Benjamín Menéndez. Los británicos denunciaron la invasión y comenzaron a movilizarse.

El 2 de abril el diario argentino La razón titulaba:

"HOY ES UN DÍA GLORIOSO PARA LA PATRIA"

Tras un Cautiverio de un Siglo y Medio una Hermana se Incorpora al Territorio Nacional

LAS MALVINAS EN MANOS ARGENTINAS

En un Operativo Combinado de Fuerzas de Mar, Aire y Tierra Recuperaron las Islas del Archipiélago

Cuando empezó la guerra la mayoría de los británicos no podía ubicar las islas Malvinas en un mapa, mientras que para los argentinos esas islas eran una convicción nacional ("¡Las Malvinas son nuestras!"). Sin embargo, había varias buenas razones para que los ingleses defendieran su patrimonio territorial. En principio por orgullo nacional. También era fundamental para la política exterior inglesa que este país no se mostrara débil ante los soviéticos y el resto de los europeos. Finalmente, Margaret Thatcher necesitaba ganar las elecciones legislativas programadas para principios de 1983 y este conflicto le daba la oportunidad de aprovechar los efectos de una victoria militar y diplomática bien explotada.  

Pero en Gran Bretaña también había quien se manifestara en contra de una respuesta militar, argumentando que podría ser contraproducente por la reacción que sucitaría en los países que usaban el discurso socialista y anticolonialista, además tendría que conseguir el apoyo de tres países europeos que estaban ligados a Argentina por razones comerciales y culturales: España, Francia y Alemania.

Las fuerzas armadas argentinas eran el segundo ejército de América Latina, con 230 mil hombres, 165 aviones y 20 navíos de combate. Aunque su material bélico era anticuado, sus soldados estaban muy motivados y bien entrenados y habían ganado fama en la lucha antiguerrilla. Sin embargo, el gobierno militar mandó a las Malvinas sólo a 12 mil hombres, de los cuales en su mayoría eran conscriptos poco entrenados, de brigadas de infantería.  

El resto permanencieron en sus puestos frente a Chile y Brasil, países con los que los argentinos tenían conflictos territoriales.  

Las fuerzas armadas británicas tenían 350 mil hombres, todos profesionales.  

Gran Bretaña mando a las Malvinas un cuerpo expedicionario de 28 mil hombres (fuerzas de infantería, marines y paracaidistas) y movilizó todos los recursos de su flota: 110 navíos, de los cuales 33 eran de combate. También llevó 38 aviones de combate, así como un centenar de aviones y helicópteros de apoyo.  

A pesar de su superioridad militar, faltó poco para que los británicos sufrieran una derrota. La Royal Navy llegó al límtie de las pérdidas soportables: la tercera parte de sus destructores y fragatas. La batalla aérea fue muy reñida y ningún bando pudo tomar una ventaja decisiva sobre el archipiélago. Para fortuna de los ingleses, el mando argentino de tierra tuvo muchos errores, entre los peores fue el retiro de tropas de élite e instalar conscriptos mal armados y poco entrenados.  

El 2 de mayo el crucero argentino General Belgrano fue hundido por el submarino nuclear Conqueror...

A quien más demandó información Gran Bretaña fue a Francia, país productor de los misiles exocet, a fin de que le proporcione los códigos de desviación de objetivos de cada misil de esta categoría vendidos por Francia a Argentina. Una vez proporcionados los datos a Gran Bretaña, la flota británica guiada por imágenes satelitales el 2 de mayo de 1982 utilizó el submarino nuclear Conqueror para hundir el barco de guerra argentino más importante, el Crucero General Belgrano cuya antigüedad databa de la Segunda Guerra Mundial. Este ataque mostró la determinación británica y logró que la flota argentina regresara a su puerto.

Por este motivo técnico, ningún misil comprado por Argentina a Francia pudo dar en el blanco.

El 4 de mayo de 1982 y a raíz del hundimiento ese día del navío de guerra británico HMS Sheffield por parte de la flota argentina utilizando un misil exocet procedente de un miembro del TIAR, Gran Bretaña pidió esta vez urgentemente a Francia los códigos de desviación de estos misiles vendidos a todos los miembros de este acuerdo de defensa interamericano.

El HMS Sheffield había sido inaugurado solo seis meses antes y representaba lo último en adelantos tecnológicos británicos.  

Las fuerzas aéreas inglesas bombardearon la isla Pebble, con lo cual atemorizaron a los argentinos ante la posibilidad de un bombardeo sobre Buenos Aires. La aviación argentina destruyó y dañó varios buques ingleses, pero perdió a su vez decenas de aviones. El 28 de mayo los paracaidistas ingleses se enfrentaron con los argentinos en Darwin y Goose Green, y ganaron. Durante dos semanas, las fuerzas inglesas avanzaron progresivamente sobre Puerto Stanley, cercando a la guarnición argentina. Después de los últimos enfrentamientos, el general Menéndez se rindió sin condiciones el 14 de junio.

Cuando los soldados argentinos desembarcaron en la playa de las Malvinas, la noticia corrió por el mundo. De inmediato se formaron los bandos, en apoyo de Gran Bretaña o de Argentina. Varios países tuvieron problemas para manifestar su apoyo porque eran aliados de ambas naciones, tenían intereses comerciales que proteger o estaban en conflicto con alguno de esos países pero estaban comprometidos a apoyarlos por congruencia de política regional o continental (por ejemplo Chile).  

Chile, por su parte, al optar por apoyar a Gran Bretaña, incumplió también su compromiso con el TIAR alejándose de uno de sus postulados permanentes de política exterior cual era la intangibilidad en el cumplimiento de los tratados internacionales. Este hecho fue el producto de unas relaciones muy estrechas cultivadas desde años con Gran Bretaña en el ámbito de la marina a lo cual se agregan unas relaciones especialmente delicadas entre Argentina y Chile que llegaron en 1978 a una situación pre bélica por el diferendum sobre el Canal del Beagle.

Los Estados europeos miembros de la OTAN cumplieron su compromiso con Gran Bretaña en los términos de este tratado. Los requerimientos británicos tuvieron dos etapas.  

Casi todos los países latinoamericanos respaldaron a Argentina en una votación de la Organización de Estados Americanos y condenaron a Gran Bretaña como agresora.  

Pero detrás de una solidaridad aparente varios países se definieron de otra manera: Uruguay defendió a sus vecinos pero abrió su espacio aéreo y marítimo a las naves inglesas, a condición de que fuesen desarmadas; Brasil dio acceso a una de sus bases a un submarino inglés que tenía problemas; Perú se declaró neutral y Chile (el general Pinochet) apoyó secretamente a los ingleses.  

En Europa hubo total solidaridad en torno a Inglaterra, especialmente de Francia. Los franceses y los alemanes cancelaron toda entrega de armas a Argentina. Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Dinamarca, Italia, la Comuinidad Europea y la OTAN declararon un embargo comercial contra Argentina. Hasta España, que tenía importantes intereses comerciales en Argentina, se abstuvo de apoyar al país sudamericano, aunque tampoco apoyó abiertamente a los ingleses.  

Estados Unidos estuvo en la indefinición durante las primeras semanas porque el conflicto enfrentaba a dos países aliados. Sólo cuando las operaciones militares empezaron, el gobierno de Ronald Reagan, en contra del derecho internacional, Estados Unidos facilitó continuamente a Gran Bretaña las imágenes satelitales del posicionamiento de la flota argentina. De esta manera, Los Estados Unidos, de facto, incumplieron el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), aplicable en casos de guerra, para favorecer a un miembro de la OTAN. Su unilateralidad, en vez de mantener neutralidad por pertenecer a dos tratados de defensa, le valió el descrédito internacional por flagrante incumplimiento de los tratados.

Moscú, por su parte, ofreció su apoyo a Argentina.  

El Consejo de Seguridad de la ONU condenó la agresión argentina y reconoció el derecho británico a ejercer la legítima defensa.  

A corto plazo, los militares acertaron respecto de la reacción inmediata de la población: la invasión produjo un desbordamiento de sentimientos patrióticos. Esto se debió en buena medida a la manipulación de los medios de información, que exageraban las victorias argentinas y callaban las noticias sobre el contraataque inglés.

Pero los argentinos no pudieron evadir mucho tiempo la realidad. Las tropas británicas, mejor entrenadas y más experiementadas, sitiaron a los soldados argentinos que se encontraban en Port Stanley y obtuvieron su rendición. La derrota golpeó muy duro el ánimo de los argentinos. El sentimiento de fracaso llevó a la decepción total del régimen militar que los gobernaba. El fervor patriótico se tornó en manifestaciones ante la Casa Rosada y el general Galtieri se conviritó en el blanco de los ataques.  

Leopoldo Galtieri renunció a la presidencia de la República y la unidad militar comenzó a desquebrajarse, abriéndose así el largo proceso que llevaría a la democracia a Argentina. Después de Galtieri, se nombró como nuevo presidente al general retirado Reynaldo Bignone. Al asumir el cargo en julio de 1982, Bignone repitió que las Malvinas pertenecían a los argentinos. Prometió elecciones al año siguiente y el regreso del gobierno civil antes de 1984. 

Gran Bretaña fue la gran triunfadora de la guerra de las Malvinas. Sus fuerzas armadas ganaron credibilidad y prestigio y el régimen de Margaret Thatcher — desde entonces llamada la "Dama de Hierro"— se afianzó políticamente. Argentina, por su parte, fue reintegrada sin problemas a la comunidad de las naciones y muy pronto Alemania y Francia volvieron a venderle armas. En cuanto a las Malvinas, en 1985 los ingleses les otorgaron una nueva Constitución que reconoce el derecho de sus habitantes a la autodeterminación. 

Hasta 1990 se normalizaron totalmente las relaciones diplomáticas entre británicos y argentinos. En 1999 se establecieron vuelos regulares entre Argentina y Puerto Stanley y el anuncio "las Malvinas son nuestras" desapareció del aeropuerto de Buenos Aires. 

En junio de 2001 el ministro Tony Blair hizo la primera visita oficial a Argentina.

Actualmente, Gran Bretaña mantiene en las Malvinas un destacamento de la fuerza aérea, una fragata, dos navíos de apoyo y 1 500 soldados.  

Como estudiante primario en Buenos Aires, recuerdo el adoctrinamiento al que se nos sometía en las lecciones de geografía. Se nos pedía colorear el mapa de Argentina en el que las Falkland (Las Islas Malvinas) aparecían dibujadas como parte de Argentina en un tamaño desproporcionado al este de la costa Argentina. Nunca se nos mencioná el hecho de que las islas estuvieran 100% pobladas por "Kelpers" angloparlantes (unos 1800 entonces, y más de 2300 hoy), que preferían permanecer bajo el dominio inglés según las declaraciones oficiales del gobierno de las Falkland Islands. Prácticamente a todo niño en Argentina, hasta el día de hoy, se le hace creer que las islas son argentinas, que la gente que las habita virtualmente no existe (y, si existen, no son consideradas parte relevante en el conflicto), y que la así llamada "injusticia imperialista" debe ser rectificada. Considerando esto, no resulta sorpresivo que el conflicto resulte más difícil de resolver a medida que el tiempo pasa, especialmente después de los eventos trágicos causados por la guerra de 1982.

Resulta interesante que varios gobiernos británicos recientes habían a menudo parecido diespuestos a entregar las islas a Argentina si los isleños estuvieran de acuerdo con el cambio de soberanía. A pesar de las insistencias británicas, nunca se produjo ese consenso. [Rock: p 377-378] Como resultado, los varios intentos que Argentina hizo para negociar la soberanía de las islas con Gran Bretaña no condujeron a ningún lado.

Paradójicamente, desde hace mucho tiempo han existido vínculos de negocios y comercio entre las islas y el continente argentino y a medida que pasa el tiempo éstos se expanden siempre que la política se mantenga a un lado.

 
 
 
 
 
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